CÁDIZ, LA CUNA DEL LIBERALISMO ESPAÑOL


A primeros de mayo de 1808 reinaba una gran inseguridad entre los españoles, provocada por la presencia de tropas francesas en Madrid, como consecuencia de el Tratado de Fontainebleau en 1807. A ello se le unieron los sucesos de el Motín de Aranjuez que llevaron a la abdicación del rey Carlos IV, en el príncipe Fernando VII, y, por último, la ausencia de la familia real que marchaba camino de Bayona para entrevistarse con Napoleón Bonaparte. Días después, este encuentro desembocará en las abdicaciones de Bayona (5 y 6 de mayo de 1808), que tuvieron como resultado la entronización de José Bonaparte (José I, hermano de Napoleón).

Debido a estas circunstancias excepcionales se produjo el levantamiento popular del 2 de mayo en Madrid contra los franceses. El ejército de Murat (general francés) consiguió aplastarlo y llevo a cabo una cruel represión con los fusilamientos del 2 de mayo. Este hecho supuso el inicio de la guerra de independencia española (1808-1814).



Original, aquí

Esta fue una guerra civil que enfrentó a patriotas contra afrancesados (minoría de españoles colaboracionistas con José I), e internacional, ya que contó con la intervención de Gran Bretaña.

Tras el levantamiento del 2 de mayo la insurrección se extendió por el resto de España. Las juntas locales de Sevilla y Granada organizaron un ejército que venció a las tropas francesas en la batalla de Bailén, lo que supuso la huida de José I. Napoleón acudió a España junto con la Grande Armee, restableció a José I en el trono y gracias al Mariscal Soult consiguió conquistar toda España, excepto Cádiz que estaba protegida por mar por los ingleses. 

Finalmente, el ejército español, ayudado por las fuerzas del general Wellington, intensificó su ofensiva consiguiendo importantes victorias y la retirada de las tropas francesas. Napoleón firmó el Tratado de Valencay el 13 de diciembre de 1813, en el que se reconocía la libertad de España y se devolvía la Corona a Fernando VII.

Durante la guerra se desarrollaron dos gobiernos de forma paralela: el gobierno de José I, legítimo, y el gobierno rebelde. Ante la ausencia de autoridad, debido a las abdicaciones de Bayona y ante la negativa del pueblo español de aceptar a José I como rey, el pueblo español en su conjunto asumió la soberanía, formándose así las juntas locales y provinciales.

Posteriormente se unificaron las Juntas provinciales en la Junta Central. Estuvo presidida por el Conde de Floridablanca y su sede se fue trasladando ante el ataque de las tropas francesas de Aranjuez a Sevilla y finalmente a Cádiz.

Ante la ausencia del rey, la Junta Central se convirtió en la legítima institución política que asumió el gobierno de la nación hasta 1810. Esta institución convocó a las cortes en un acto revolucionario, ya que el poder para convocar a las cortes lo tenía únicamente el rey. En 1810, la Junta, ya en Cádiz, se disolvió y cedió sus poderes a un Consejo de Regencia formado por cinco miembros. Éste fue el que ordenó la primera reunión de las Cortes en Cádiz que se celebró el 24 de septiembre de 1810, en el teatro de San Fernando.

Las Cortes Cádiz reunieron en una sola asamblea y no por estamentos como era tradicional. Allí acudieron los diputados llegados de las distintas regiones de España. Ante la imposibilidad de que algunos diputados acudieran se nombró suplentes gaditanos (ciudad más liberal de España) de lo que resultó unas Cortes de sigo liberal.

En cuanto a la composición de las Cortes, según la ideología, hubo liberales, partidarios de conceder la soberanía sólo a los Cortes; renovadores, que defendían una soberanía compartida entre el rey y las Cortes y absolutistas que pretendían la vuelta al Antiguo Régimen y la soberanía absoluta del rey.

La labor de las Cortes fue de enorme transcendencia ya que significará el comienzo el comienzo del liberalismo en España con la Constitución de 1812. 

Ésta fue la primera ley aprobada por un parlamento nacional en la historia de España. Las Cortes la aprobaron el 19 de marzo de 1812 (día de San José, por eso tradicionalmente es conocida como “la Pepa”). Los principios que recogía fueron los siguientes: la soberanía nacional, la división de poderes (poder ejecutivo: reside en el rey y sus ministros, poder legislativo: compartido entre el rey y las Cortes y el judicial que reside en los tribunales). La forma de gobierno que se estableció fue una monarquía moderada hereditaria, se reconoció el catolicismo como religión oficial del Estado, el sufragio universal masculino y un amplio reconocimiento de derechos y libertades individuales.

Además de la Constitución de 1812, las cortes aprobaron otras medidas que significaron el fin del Antiguo Régimen y de la sociedad estamental.

En conclusión el liberalismo español no nace en las Cortes de Cádiz, pues antes de éstas  había en España no ya liberales, sino incluso grupos liberales. Sin embargo, no es menos cierto que nunca el liberalismo se había expresado en España de una forma tan clara y contundente como en Cádiz lo hizo. Las Cortes de Cádiz proporcionaron una magnífica ocasión para que los liberales españoles manifestasen sus anhelos de innovación y diesen una respuesta global a los problemas políticos, constitucionales, económicos y sociales de España, siendo así un ejemplo para los liberales en un futuro.

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